
La educación está cambiando rápidamente alrededor del mundo. En las últimas décadas, un gran número de pequeñas iniciativas locales enfocadas en el individuo, incentivando la creatividad, curiosidad y diversidad, vienen rompiendo con el modelo tradicional secular de educación. Hemos visto también un número creciente de iniciativas online que están expandiendo el acceso al conocimiento a personas que antes no lo tenían —el único requisito es tener un ordenador con internet. Y lo mejor: la mayoría de ellas es gratuita. Pero ¿y en relación a la educación en arquitectura? ¿Está ella experimentando la misma transformación?
En asociación con Radical Pedagogies, un proyecto de investigación colaborativo plurianual en curso, liderado por Beatriz Colomina con una equipo de estudiantes de Doctorado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Princeton, publicaremos una serie de casos paradigmáticos de la educación en arquitectura. En este artículo, Daniel Talesnik presenta el primer caso radical en América Latina: la reforma liderada por Tibor Weiner en la Universidad de Chile, influenciado por los principios de la Bauhaus.
En 1946, estudiantes de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile propusieron un reforma radical en el currículo. Dos movimientos previos de reforma liderados por estudiantes, en 1933 y 1939, habían intentado sustituir la enseñanza Bellas Artes que ofrecía la escuela, por una con mayor aproximación a la realidad social y a las necesidades de Chile, pero no tuvieron éxito. Aunque los líderes estudiantiles tenían una noción clara de las reformas que querían, la asociación con un actor relevante, que tuviera experiencia de primera mano en la implementación de estas ideas, era crucial. Los estudiantes fueron asistidos por el arquitecto húngaro Tibor Weiner, quien se tituló en Budapest y fue alumno de posgrado de Hannes Meyer en la Bauhaus. Él acompañó a Meyer a Moscú en 1931 y desembarcó en Chile en 1939.

El nuevo plan de estudios, implementado en el primer semestre de 1946, era más simple y más directo que el plan de estudios de la Bauhaus de Meyer, pero tomó sus bases libremente de él. Los estudios eran organizados en dos ciclos —análisis y síntesis— que a su vez coincidían con el taller elemental (dos años) y el taller central (tres años). La etapa final comprendía un seminario de investigación y la titulación (un año). En paralelo, las clases del currículo eran organizadas en cuatro familias: técnicas, plástica, sociología, y filosofía. Los solapamientos con el currículo de la Bauhaus eran claros —en momentos, sobre una base sujeto-a-sujeto, como en las clases de higiene, sociología, y tecnología de los materiales. Muchos de los cursos de ciencias sociales de la Bauhaus fueron replicados, pero la gran diferencia era que el plan de Meyer no incluía clases de historia.
Aunque el proyecto educacional chileno haya sucedido dieciséis a años después de la salida de Meyer de la Bauhaus, la propuesta fue innovadora en el contexto sudamericano, puesto que institucionalizaba análisis sistemáticos, que traían consigo un impulso tecnológico, un cambio estético, una consciencia social dentro de la educación arquitectónica. El análisis en este contexto significaba examinar un ambiente vivo existente, o un sitio para un nuevo proyecto, a través de estudios de circulación, actividades, relaciones sociales, clima, etc. El lenguaje gráfico estaba repleto de ciencia; los diagramas y gráficos eran parte de una búsqueda objetiva por soluciones arquitectónicas. Mas aún, los textos y conclusiones analíticos eran sociopolíticamente conscientes. La reforma de 1946 consolidó una aproximación analítica que ya había sido depurada en el discurso chileno como la base de un amplio plan de estudios. Ella puede ser leída como un esfuerzo por reconectar la arquitectura del Movimiento Moderno, en la medida en que había sido importando hacia América Latina, con una agenda social. La reforma intentó correlacionar imagen y proyecto —método y propósito.
En la reforma, el análisis era tanto un método como el nombre del curso principal —taller y teoría juntos— que era impartido a alumnos de primer y segundo año por Weiner en 1946-47, antes de su vuelta en 1948 hacia su nativa Hungría. Como una estrategia de investigación y como una herramienta de exploración arquitectónica, el "análisis" fue el principal legado educacional que Weiner dejó en Chile. La herramienta que proporcionaba el "análisis arquitectónico" que Weiner ayudó a consolidar, perpetúa hoy como un método factible para enfrentar cualquier problema arquitectónico dado. Esta aproximación propició proyectos socialmente comprometidos de los titulados post-reforma, y al mismo tiempo, impulsó a una serie de graduados hacia a una participación activa en la vida política del país en las décadas siguientes.

“Radical Pedagogies” es un proyecto de investigación colaborativo plurianual en curso, liderado por Beatriz Colomina con un equipo de estudiantes de Doctorado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Princeton. Hasta el momento, el proyecto ha involucrado tres años de seminarios, entrevistas, pesquisa de archivo, conferencias de invitados, y casi 80 colaboradores de más de dos docenas de países. En él y en proyectos de investigación similares conducidos por el programa de Doctorado de Princeton, historia y teoría de la arquitectura son enseñadas y practicadas como un experimento en y de sí mismas, explorando el potencial para la colaboración en aquello que es normalmente tenido como un campo de desempeño individual.
La tercera edición de la exposición, titulada "Radical Pedagogies: Reconstructing Architectural Education," está actualmente en exhibición en el 7° Festival WARSAW UNDER CONSTRUCTION organizado por el Museum of Modern Art in Warsaw. Versiones anteriores fueron presentadas en la 3ª Trienal de Arquitectura de Lisboa (2013) y en la 14ª Bienal de Arquitectura de Venecia, con curaduría de Rem Koolhaas (2014), donde ha recibido una Mención Especial.